LA RABIA, UN TESORO QUE TE HAN NEGADO
Si eres mujer, te pasan cosas con la rabia que te inquietan, te remueven o incluso llegan a preocuparte mucho. Pues bien, ¡no eres la única!
Puede que sientas rabia por la exigencia profesional que se espera de ti o que tú misma de impones, o por el abuso, el no reconocimiento o la falta de escucha por parte de personas significativas para ti. O quizá sientes rabia en las relaciones de pareja, en la convivencia o por tod la carga mental y de responsabilidad que soportas. Y esta emoción no te gusta nada, te encantaría quitártela de encima…
Pues te diré que la rabia es un tesoro que te han negado y te interesa recuperar. Si te cuesta creerlo, sigue leyendo, te invito a un recorrido por el significado de la rabia, su relación con el género, los problemas que probablemente te acarrea, las soluciones que pueden servirte y en qué puede beneficiarte hacer un trabajo con todo eso.
Apuntes sobre la rabia y su significado
Es posible que si piensas en la rabia, se te venga a la cabeza muy rápidamente sinónimos como enfado o ira. También otros conceptos como agresividad o violencia. Todos estos términos están relacionados, pero tienen matices interesantes y, sobre todo, diferentes lecturas sociales.
A mi me gusta mucho consultar diccionarios para empezar a entender cosas. Te cuento: el término rabia viene del latín rabies, que en esencia significa enfado. Según cual miremos, se define simplemente como “ira” o bien como “persistencia de la ira”. Es decir, la añade el matiz de que no es puntual sino que se mantiene en el tiempo.
Vamos a pensar rabia e ira como sinónimos. Lo que se sabe de ella es lo siguiente:
- La ira es una de las 6 emociones básicas, que en conjunto tienen funciones de supervivencia; en este caso, la de alejarnos de estímulos nocivos o peligrosos.
- La ira se considera una respuesta emocional completa que pone en marcha procesos psicológicos y fisiológicos de autodefensa
En esencia, la función directa de la ira es la de favorecer y mantener altos niveles de energía orientados hacia un objetivo de supervivencia relacionado con la lucha.
Puede ser que esto de supervivencia y lucha te haga pensar en peligros muy extremos que amenazan la vida directamente. Seguramente en tu vida no te encuentres con grandes catástrofes, pero te quiero matizar dos cosas:
- Aunque tu vida no corra un peligro directo, seguro que vives en un entorno social injusto, sobre todo si eres mujer y más aún si eres migrante, si el dinero no te sobra, tienes discapacidad o eres lesbiana. Esto hace que te toque convivir con altos niveles de malestar psicológico y social. Así que podríamos hablar de una supervivencia “simbólica»
- Toda estas desigualdades que vives y los malestares que te provocan, pueden acabar poniendo en peligro de forma real tu vida, ya sea porque se debilita tu salud física, porque tu salud mental pende de un hilo o porque recibes violencias cotidianamente.
De esta forma, el mecanismo de supervivencia que activa la ira (los altos niveles de energía para la autodefensa) pueden activarse de la misma forma ante un incendio que ante una falta de respeto, porque tu sistema entiende, en ambos casos, que estás en peligro.
Y como seguramente vivas en entornos donde tu supervivencia real y simbólica está comprometida, es lógico que esta emoción de la ira se mantenga, y se convierta, como dicen las definiciones, en rabia.
Por otro lado, te hago un breve apunte de los conceptos agresividad y violencia. Si bien se usan indistintamente y las definiciones habituales no las diferencian muy bien, no son sinónimos. Las conductas agresivas aparecen en todos los seres vivos frente a situaciones de amenaza del territorio, la alimentación, la reproducción o la vida. La violencia sin embargo tiene como objetivo la obtención de control y poder. La agresividad es más genética, la violencia es más social, y en general, aprendida.
Resumiendo; la ira:
Es una emoción básica relacionada con la supervivencia.
Asegura el mantenimiento de altos niveles de energía para la lucha derivada de la autodefensa.
Los entornos sociales que habitas ponen en riesgo tu supervivencia real y simbólica, la ira es una herramienta que intenta ponerte a salvo.
Puede estar acompañada de agresividad pero no tiene porqué ser una conducta violenta.
Rabia y género
Te animo a mirar esto de la rabia desde la lupa del género. La rabia es una emoción que se educa y modula de una manera muy diferente según el sexo. Es lo que se llama el proceso de socialización diferencial de género, en el que niñas y niños aprenden de forma diferente a adaptarse a la sociedad en la que viven.
Lo resumiré muy rápido; la ira es una emoción que se reprime en las niñas, adolescentes y mujeres. Estoy segura de que pusieron limites a que expresaras lo que te molestaba (“pórtate bien”, “sonríe”), o bien se te decía cómo no tenías que hacerlo (“no grites”, “las niñas no dicen palabrotas). Quizá esto ocurría a menudo tras obligarte a hacer algo que no querías; por ejemplo, darle un beso al abuelo o después de prohibirte hacer algo que deseabas; por ejemplo, no subirse a los árboles.
Si eras una niña que mostraba decisiones firmes o un criterio propio habrás escuchado cosas como que eras una contestona, o si eras capaz de defender lo que tuyo te decían que tenías que aprender a compartir. Además, es posible que te amenazaran con las consecuencias que tendría expresar tu enfado, “así nunca te saldrá novio” o “nadie te va a querer”. Si por el contrario no hacías nada de eso, habrás escuchado muchas veces lo buena que eras y lo mucho que te querían por ello.
Si calladita y sin enfadarte te querían más, ¿Cómo ibas a poder hacerlo abiertamente?
Dicho en 4 líneas, de niña aprendiste:
- Que los deseos y necesidades ajenas son prioritarias
- Que la ira no es una emoción legitima y por tanto, es necesario que la reprimas.
- Que tu forma de expresar la ira es incorrecta y tendrá consecuencias negativas. Es decir, provocará un daño del que serás responsable, por eso se castiga socialmente.
- Que la aceptación, valoración y amor de otras personas depende de todo lo anterior.
¿A dónde ha podido llevarte todo esto?
Toda esta socialización diferencial de género te puede llevar esencialmente por dos caminos:
- Represión completa: que no seas capaz de sentir rabia en absoluto. Suele conllevar el desarrollo de trastornos psicosomáticos y en casos extremos puede acarrear problemas graves de disociación y despersonalización. A nivel social, tendrás mayor riesgo de ser manipulada y violentada.
- Represión parcial: que seas capaz de hacerlo durante un tiempo o en determinadas situaciones pero no siempre. Esto te llevará a menudo a un efecto rebote cuando acaba saliendo, lo que podríamos llamar explosiones de ira.
Como te decía, no eres la única ni mucho menos!! Muchísimas mujeres sienten dificultades con esta emoción, lo que les conlleva diferentes problemas.
Es interesante que sepas que cuánto más reprimas una emoción, más capacidad perderás no sólo para expresarla sino también para sentirla. Por ello, cuanta menos rabia sientas, más en peligro te pones.
Un problema que puedes sentir es que no sabes expresar la rabia correctamente. Es normal que lo pienses, te lo han dicho muchas veces. Sientes que es inadecuado gritar, alterarse o reaccionar con impulsividad. A priori, casi podría estar de acuerdo contigo, pero entonces me acuerdo de que esas respuestas se dan en un contexto determinado, tu emoción se activa como respuesta a un estímulo que entiende como peligroso y lo hace con una función muy concreta. Si tu ira es una respuesta de supervivencia, ya no parece tan fuera de lugar gritar o alterarse. ¿Te permitirías gritar cayendo por un acantilado? Entonces ¿Por que está tan mal que lo hagas cuando te están violentando?
Tu deseo de encontrar expresiones de la ira que no hagan ruido ni molesten tiene sobre todo que ver con el castigo social que has recibido tantas veces. No es tuyo, te lo han inculcado.
Por otro lado, te animo a preguntarte si reprimes la emoción alguna vez o continuamente. Si nunca te permites enfadarte ni expresar ese malestar, este se va acumulando y es lógico que acabe saliendo de manera explosiva. Además, si recuerdas que no expresarla te traerá otros problemas, aunque su expresión no sea la más adaptativa o socialmente aceptada, es mejor que salga como pueda a que te enferme.
¿Te permitirías gritar cayendo por un acantilado? Entonces ¿Por que está tan mal que lo hagas cuando te están violentando?
Otro problema que puede preocuparte es hacerte daño a ti misma. Esto suele estar provocado por una confusión en la interpretación de tu malestar. La dinámica habitual es la siguiente: de forma continua reprimes tu rabia, hacerlo te mantiene en calma porque evitas conflictos, cumples lo que se espera de ti y eres socialmente aceptada. Cuando no eres capaz de hacerlo y la rabia te invade, sientes un gran malestar que va desde el tránsito por otras emociones incómodas como la vergüenza o la culpa hasta manifestaciones físicas como subidas de tensión o problemas de sueño.
Pues bien, este malestar no está provocado por la expresión de la rabia, que por fin ha encontrado una salida, sino por el castigo social que sabes muy bien que vendrá, por la carga de intensidad que has ido acumulando y por las dificultades para escuchar las vivencias dolorosas e injustas que la han provocado. Estas suelen estar relacionadas con violencias que has normalizado y por eso no te enfadan conscientemente. Es decir, el daño a ti misma tiene sobre todo que ver con para ti esa emoción no es legítima.
Podría ser también que tuvieras miedo de causar daño a otras personas e incluso de volverte “loca” o ser una persona violenta. Esto está relacionado directamente con los mensajes que has recibido: sentir y expresar rabia hace sentir incómodo a tu entorno porque sus emociones, deseos y necesidades son más importantes que las tuyas.
De esta forma, sientes que si tu enfado cuestiona, incomoda o pone en peligro la calma de otra persona, es necesario acallarlo. Pero puedes verlo desde otro punto de vista; tus enfados nacen de la autodefensa ante un peligro y el rechazo del entorno ante tu rabia es un nuevo peligro, el mensaje de que tu necesidad no es legítima, que tu malestar no importa. Es por esto que puede pasarte que te enfades más y más cuando tienes las fuerza de plantear un malestar, porque la respuesta que recibes es que es una tontería o que estás exagerando.
Es cierto que en algunos casos, la expresión de la rabia puede llegar a ser muy extrema y acabar volviéndose destructiva. Si crees que has llegado a este punto en algún momento de tu vida, puede que tu percepción esté magnificada o puede que efectivamente sea real. Puede que tengas más interiorizada el discurso de que eres una persona violenta.
Me gustaría decirte que estos extremos suelen tener origen en experiencias traumáticas que te han hecho vivir continuamente en situación de alerta y ese fue el mecanismo de supervivencia que lograste desarrollar. No es culpa tuya. Para hacer algo con ello, es necesario primero legitimar tu malestar y desde ahí podrás desarrollar nuevas estrategias con las que te sientas más cómodas, así como activar capacidades de reparación.
La cuestión de la legitimación de la rabia, tiene relación con la creencia que quizá tengas de que la rabia que sientes cuando no te respetan es de alguna manera culpa tuya, ya que aparece porque no has sabido poner límites cuando debías hacerlo. La realidad es que infinidad de veces habrás puesto límites infinidad que fueron cuestionados (porque incomodaban) en su motivación o sus formas. Pero además no fueron respetados.
Paralelamente, habrás escuchado muchas veces que si te tratan mal es porque tú no te respetas, porque no pones límites o porque no lo haces correctamente. Vamos, que todo es culpa tuya porque aprendiste que los pongas o no, e independientemente de cómo lo hagas, lo que ocurra después es responsabilidad tuya.
Todo esto provoca que la rabia sea una emoción de la que querrás salir corriendo, puedes llegar a no sentirla en absoluto, a sentirla sólo fugazmente o a reemplazarla por otras emociones más permitidas porque eres una mujer. Es el caso de la tristeza, la vergüenza y la culpa, que seguro te han aparecido alguna vez cuando sientes que no expresas la rabia “bien”, que esta es demasiado grande, que te hace daño a ti misma o a otras personas o cuando crees que es cosa tuya por no haber sabido poner límites.
Cuando la rabia es muy extrema suele tener origen en experiencias traumáticas que te han hecho vivir continuamente en situación de alerta y ese fue el mecanismo de supervivencia que lograste desarrollar
Soluciones tramposas
Dos soluciones estrella que se te pueden ocurrir derivadas de las creencias que has interiorizado en el proceso de socialización, es aquella de expresar la rabia “bien” y el intentar gestionarla. En esencia, ambas soluciones serían dos caras de una misma moneda.
Ya hemos comentado la falacia de expresar la rabia mal o bien. La rabia la expresas como puedes, y cuanto más lo hagas, menos explosiva será esa expresión y menos potencial de daño tendrá para ti para el entorno. Por otro lado, el deseo de gestionar la rabia es a menudo un sinónimo de expresarla bien o de controlarla. Como emoción básica es imposible controlarla ¿o acaso piensas que es posible controlar la sorpresa o la alegría? y como sistema de alerta ante un peligro, es además contraproducente que logres hacerlo.
Otra cosa muy diferente es escuchar de manera profunda lo que tu rabia te está queriendo decir y aprovechar la enorme energía que despliega para orientarla en tu beneficio. Pero controlarla o gestionarla, supone reprimirla.
Soluciones que te venden como milagrosas (y que no tienen mirada social ni de género)
En redes sociales e internet pero también en tus relaciones familiares y sociales directas, es muy habitual escuchar 4 soluciones mágicas: que te de igual lo que opine la gente, aceptar a las personas como son o perdonarlas, no relacionarte con personas “toxicas” o tener más poder/dinero.
Esta última del poder y el dinero es la más sutil y sin embargo está muy presente en sociedades capitalistas que te hacen pensar que una clase social alta te asegura el bienestar en todos los ámbitos. Así, puedes llegar a pensar que si tuvieras más dinero disponible o más poder en los entornos que habitas, tendrías más control sobre lo que ocurre en tu vida y por tanto, sentirías menos rabia.
Pero si ya has entendido que la rabia no es provocada por la falta de control, sino por estímulos que te hacen sentir en peligro, la cruda realidad es que, aunque el dinero y el poder amplían tu margen de decisión en muchos aspectos, ninguno de ellos te asegura ser reconocida, respetada y valorada por las personas de tu entorno.
En cuanto a las otras tres, están muy relacionadas. En una sola frase el mensaje que te mandan e interiorizas es el siguiente: “Lo que tienes que hacer es aceptar a las personas como son, perdonarlas si te han hecho daño o bien ignorarlas. Si nada de esto es posible, échalas de tu vida”.
La realidad es que la opinión de las personas de tu entorno (especialmente si son personas significativas para ti) es siempre relevante porque somos seres interdependientes que necesitamos apoyos. Es imposible que no te afecte, si lo lograras sería a cambio de una enorme cuota de sufrimiento y soledad.
Por otro lado, aceptar y perdonar a las personas que te hacen daño sin un proceso de reparación mediante, es poner sus necesidades y deseos por encima de las tuyas, lo cual desemboca en más rabia a medio-largo plazo o bien en una desconexión muy fuerte de ti misma que también te causará malestar.
Por último, sugerir que una solución es echar a personas “toxicas” (término que se utiliza como eufemismo de personas violentas) de tu vida, así sin más, como si fuera algo que no se podría haber ocurrido a ti solita, es obviar que esto puede ser extremadamente difícil según múltiples factores, desde el vínculo que te una a ellas hasta tu posición económica o los apoyos de que dispongas, por nombrar sólo algunos.
La rabia no está provocada por la falta de control, sino por estímulos que te hacen sentir en peligro
Soluciones desde una mirada crítica que si pueden servirte
Por suerte para todas nosotras, si existen cosas que puedes hacer para que todo esto sea un poco más llevadero. Y repito para que se haga más llevadero y no para que se solucione, porque no puedes olvidar que la rabia es necesaria.
El paso más importante es legitimar tu rabia y sus orígenes. Esto es imprescindible y a la vez complejo. El acompañamiento en procesos terapéuticos te ayuda a comenzar a escuchar lo que sientes, necesitas, deseas y a lo cual tienes derecho. Esta conexión te facilitará identificar los orígenes de tu ira y a legitimar su expresión.
También te van a ser muy útiles otro tipo de apoyos. El encuentro con otras mujeres tiene un maravilloso potencial para darte cuenta de que ni estás sola ni eres unas exagerada. El feminismo, como movimiento social y político con todas sus enseñanzas, es otro punto de apoyo que puede hacerte entender muchas de las vivencias que te provocan malestar y a ubicarlas en su contexto social, político, económico e histórico, es decir, en sociedades patriarcales y capitalistas que generan mucha violencia sobre ti sólo por el hecho de ser una mujer.
Por otro lado, la justicia social es imprescindible también. Aunque pueda parecer que queda muy lejos de tu alcance, puedes hacer pequeños movimientos que contribuyan a ella, la gran cantidad de energía que pone a tu disposición la rabia puede dirigirse a estos movimientos que serán buenos para ti y para otras mujeres.
Por último, un punto controvertido que puedes estar sintiendo es la necesidad de venganza. Obviamente sólo pensar en ello tiene un castigo social enorme y, sin embargo, es necesario darle cabida. Cuando te han hecho mucho daño, podemos desear devolverlo o que algo malo le ocurra a quien lo hace. Antes de fustigarte a lo loco, no te olvides de que sentir no es actuar; actúes o no esa emoción, esta como cualquier otra, cumple una función y necesita que la escuches.
La rabia, tu gran aliada.
La rabia debería convertirse en tu amiga porque te pone a salvo. Esto no significa vivir en un remanso de paz una vez “atravesada” la rabia. Es importante saber lo que no podrás conseguir por mucho que lo intentes.
En primer lugar, hacer un trabajo con la rabia no te traerá más reconocimiento ni respeto por parte de tu entorno. Nadie te verá con mejores ojos o empezará a valorarte si antes no lo hacía. El reconocimiento, el respeto y el amor que recibas depende muy poco de lo que hagas o no, de lo que digas o no. Depende, por el contrario, de las otras personas, lo cual no está a tu alcance por muy atractivo que resulte pensarlo.
En segundo lugar, abordar la rabia tampoco hará que dejes de sentir miedo o peligro. Esto depende del entorno, no de ti. Si el entorno es hostil o no es seguro, sentir miedo (otra emoción básica) y peligro es esencial para tu supervivencia.
Sin embargo, trabajar con esta emoción si te traerá grandes beneficios.
En primer lugar, te traerá un mayor reconocimiento interno y autolegitimación; empezarás a reconocerte como válida, a priorizar más tus necesidades y deseos, te cuidaremos más, y esto te traerá mejor salud y salud mental. Tendrás menos ansiedad, obsesiones y culpa. También sentirás una mayor autoestima, además de aumentar tu capacidad de hacer, decidir, comunicarte y relacionarte desde el cuidado mutuo. Todo ello te traerá sensación de calma y también del tan preciado control.
La rabia es una emoción con la que vas a convivir toda tu vida, lejos de ser una enemiga a la que ganar la batalla, es una aliada que te protege y puede ayudarte a llevar a cabo acciones transformadoras para ti misma y tu entorno.
Sí la rabia se te hace bola pero quieres convertirla en tu aliada, puedo acompañarte.
Puedes leer más sobre mi enfoque de trabajo en este enlace.
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