EL MALESTAR QUE TIENE MUCHOS NOMBRES
Si eres mujer, sabrás a qué me refiero si te hablo de una sensación de malestar, de angustia, de incomodidad, que nos sabes muy bien de donde viene, pero te acompaña desde hace mucho tiempo. Una sensación desagradable que no se acaba de ir nunca y que no tienes ni idea de cómo afrontar…
Lo primero que quiero decirte, es que eso que te pasa, les pasa a muchas mujeres, no es que tú te lo montes mal, tengas mala suerte o no seas suficientemente buena, es que eso que nos sabes nombrar es un malestar político, y te pasa porque eres mujer.
En su libro “La mística de la feminidad” Betty Friedan nos contaba que las mujeres americanas de los años 60 que aparentemente lo tenían todo; una casa bonita, electrodomésticos modernos, un marido que las quería, unas hijas maravillosas… y sin embargo estaban deprimidas, ansiosas, tristes.
La autora analizaba esto como consecuencia de que estas mujeres no habían elegido libremente esos estilos de vida, sino que habían sido designadas, nombradas, colocadas desde fuera en sólo tres posibles roles. Roles que eran complementarios: esposa, madre y ama de casa; roles que, en teoría, debían hacerlas sentir plenas.
Ser reducidas a estos tres únicos papeles les impedía desarrollar sus potenciales, lo que causaba un malestar que no entendían y sobre todo no sabían nombrar. Por eso Betty Friedan hablaba de “El malestar que no tiene nombre”.
Eso que nos sabes nombrar es un malestar político, y te pasa porque eres mujer.
Han pasado algunos años desde ese libro y como mujer tienes más opciones disponibles. Pero sólo aparentemente. Puedes elegir no ser madre, no tener pareja y no dedicarte a cuidar tu casa. Puedes elegir priorizar tu carrera o viajar, o vivir en una comuna o lo que te dé la gana. Puedes, pero tomar esas decisiones tiene un coste alto, así que no, no es fácil hacerlo. Ese supuesto poder, esa supuesta libre elección, es muy engañosa.
Y no es fácil hacer lo que realmente te haría feliz porque te han educado de una forma específica por el hecho de ser una niña, de una manera diferente que si hubieras sido un niño. Y en esa forma de educarte, te han enseñado:
- A que el amor y la familia sean objetivos vitales de primer orden, muy por delante de otros objetivos.
- A que desarrolles de forma gratuita una gran cantidad de trabajo de cuidados, y a que lo hagas porque te gusta, por amor.
- A priorizar a otras personas por encima de ti misma
Además, has aprendido también a sentir intensamente emociones como la culpa o la vergüenza mientras reprimes otras mal vistas en mujeres como la rabia. De la misma forma, has aprendido que tu talento y ambiciones son secundarios, y que como mucho pueden ser un extra, un añadido a eso que se considera elemental, que es básicamente vivir para otras, no para ti.
Con este panorama, aunque aparentemente puedas elegir, no es fácil salir de esos roles. Primero porque te van a juzgar y segundo porque estarás desobedeciendo ese mandato de que tienes que asegurar primero el amor, la familia y los cuidados; así que tú misma vas a sentir que te falta algo si no tienes nada de eso. Aunque una parte de ti valore muchísimo lo que has elegido a cambio, en el fondo hay otra parte de ti, con mucho poder, que sentirá que le falta algo. Esa parte de ti sigue estando convencida de que vivir para otras personas es más legítimo que vivir para ti.
No elijes prioriza la pareja, la familia o la belleza por casualidad, esa supuesta libre elección, es una trampa.
¿Y a qué problemas te lleva todo esto?
Un problema que puedes sentir es que no eres capaz de hacer lo que te gustaría o necesitas.
Aquí me gustaría que te pararas a pensar en estos dos conceptos que puede que uses como si fueran lo mismo o incluso que confundas con otros.
Las necesidades tienen que ver con satisfacer una carencia, con el objetivo de conservar la vida: alimento, agua, vivienda, protección, seguridad, afecto… Necesitas comer, necesitas agua potable, necesitas vivir en un lugar seguro, cálido… y necesitas vínculos afectivos porque eres un ser social e interdependiente. De hecho, si lo piensas, la mayoría de esas necesidades estarán contempladas en tu país como derechos básicos.
Los deseos tienen que ver con una aspiración a conocer, tener o disfrutar algo. Es decir, tienen que ver con aquello que te apetece más, que prefieres. No son básicos, no te mueres si no los consigues, pero serías más feliz si lo consiguieras. Tienen que ver justo con lo que nombraba Betty Friedan que las mujeres encerradas en sus casas no podían hacer, desarrollarse. Se mantenían con vida sí, pero se sentían vacías.
Lo que puede ocurrirte es que confundas necesidades y deseos con obligaciones, que tienen un carácter de realización forzosa, porque vienen impuestas legal, moral o socialmente.
Es decir, seguramente te encantaría comer mañana junto al mar, con un sol y una brisa agradable, sería un lujo ¿verdad? Seguramente te lo mereces pero también seguramente sepas que no necesitas hacerlo siempre. Lo que si necesitas hacer cada día es comer, te pongas como te pongas. Y para poder hacer eso, en esta sociedad en la que vives, te obligan a trabajar porque si no, esa necesidad básica estaría en peligro. El trabajo es una imposición si tienes que hacerlo forzosamente para no morirte de hambre.
Tal vez estés de acuerdo con esa obligación, quizá las obligaciones legales te parecen lógicas y necesarias, pero piensa en otros ejemplos… ¿te has parado a pensar en las obligaciones morales o sociales?
Te han hecho confundir necesidades con obligaciones morales y eso te pone en una situación de desventaja.
Quiero decir, una obligación moral y social que tienes como mujer es cuidar de otras personas, ya sea física o emocionalmente. El problema es que te han hecho priorizar esa obligación de cuidar a tu necesidad física de descanso. Te han hecho creer que para tú puedas descansar, estás obligada a que todo tu entorno esté en palmitas primero; no a que tengan alimento, techo y protección; sino que estén con todo lujo, que nos les falta de nada, aunque tú caigas exhausta.
Te pongo otro ejemplo. Necesitas habitar entornos seguros, no es ningún lujo, de hecho la ONU dice que es un derecho humano. Pero te han hecho pensar que este derecho, si eres una mujer, está condicionado por la ropa que lleves o por si vas sola. Te han hecho confundir una necesidad con una obligación moral.
¿Dónde quiero llegar con todo esto?
Me gustaría que pensases con calma si ese malestar difuso que sientes no te permite hacer cosas que necesitas realmente, como comer o tener un techo, o cosas que te han impuesto hacer por ser mujer, como cuidar hasta caer rendida.
Si tu malestar llega a tal extremo que no te permite comer, te aconsejaría que pidieras ayuda sin esperar más. Cuando lo que se afecta es el autocuidado básico que pone en riesgo tu vida es urgente que intentes ponerle remedio y pedir ayuda.
Pero es más probable que lo te pasa tenga más relación con lo segundo. Tu malestar te pone dificultades para ir al trabajo, para llegar a todas las exigencias diarias, para estar motivada, para perseguir tus sueños… Es decir, te pone dificultades para hacer lo que deseas y sobre todo lo que te han impuesto.
Y entonces aquí me gustaría decirte que tu malestar te está avisando de algo. Te está intentando proteger, no puedes con tu vida porque sigues atendiendo obligaciones, sigues priorizándolas por encima de tus necesidades y deseos.
¿Cómo vas a desarrollar tus sueños si no paras de cumplir las imposiciones del mundo? ¿Cómo vas a tener energía para tus necesidades si te pasas el día atendiendo las necesidades y deseos de tu entorno?
La vuelta de tuerca de todo esto, es que es muy muy posible que, aunque si llegues a todas esas obligaciones morales y sociales, sientas que no lo hagas suficientemente bien. Porque no basta con hacerlo, hay que hacerlo super bien!! Y resulta que esa forma que toma el super bien, es otra imposición. Esta es una gran trampa que te han colado. Seguro que te suena…
Por ponerte sólo unos ejemplos: no basta con que tengas pareja, es que no podéis tener discusiones. No basta con que tengas una casa, es que tiene que parecer de revista. No basta con que seas madre, es que tienes que ser una madre moderna, comprensiva, abnegada y además de todo eso debes ser una mujer guapa, elegante y con un puestazo en tu empresa. Y así podría seguir con una lista interminable ¿verdad?
Ya te digo yo que a eso no llegamos ninguna. Y no pasa nada, porque no es lo que tú necesitas, ni seguramente lo que realmente deseas, es lo que te imponen…. Eres más que suficiente como eres, haces lo que puedes y lo haces con toda tu intención y ganas. Del ideal de la mujer perfecta hay que salir corriendo
Todo esto de las exigencias y las necesidades puede que te traiga otro problema, la falta de control. Sientes que el tiempo se te escapa, que no haces algo mejor con tu vida. Esta sensación tiene todo que ver con lo anterior, la confusión entre necesidades y obligaciones, pero además tiene que ver con una ilusión de controlar que va más allá de lo que está a tu alcance.
Hay muchas cosas que escapan a tu control y sin embargo, sigues exigiéndote controlar. No puedes hacerlo, te animo a dejar de intentarlo. Lo que si puedes hacer es desarrollar estrategias y herramientas que te ayuden a afrontar lo que te vaya ocurriendo. Esto te hará tener más capacidad de decisión.
Otra cosa que puede pasarte es que te cuesta sentir placer o te cueste cuidarte. Y es que muchos de tus placeres han sido negados o castigados. Párate un momento a pensarlo, seguro que hay cosas que has dejado de comer, o actividades que has dejado de hacer, o formas de hacer las cosas que has modificado no porque no te gustaran, sino porque te dijeron que no eran correctas. Muchos de los placeres que sentimos las mujeres están mal vistos, y es muy posible que no te los hayas permitido por mucho tiempo.
Con el cuidado pasa algo similar, puede que sientas que no te cuidas bien o no te cuidas lo suficiente. Me gustaría lanzarte dos mensajes muy claros, hay infinidad de formas de cuidarte y el autocuidado no puede ser una imposición sino que algo que haces porque quieres.
El autocuidado puede tomar muchas formas según el momento y las circunstancias, ¿Cuál son las tuyas?
Otro problema que puedes sentir es que te cuesta tomar decisiones. Me gustaría hacerte un par de apuntes. Por un lado, que en realidad está continuamente tomando decisiones, muchas de ellas son pequeñas o pasivas. Es muy posible que lo que pase en realidad es que sientes que no puedes tomar decisiones que de verdad te tengan en cuenta, te prioricen, sean buenas para ti. De nuevo puede saltarte este resorte de cuidar primero a otras personas.
Por otro lado, quiero decirte con dolor, que a veces toca elegir entre lo malo y lo menos malo, sé que es una faena… pero es así. Es una decisión difícil, pero entre lo malo y lo peor, mejor que elijas tú a que lo haga otra persona. Y es que además, como te decía, las decisiones más difíciles serán muchas veces aquellas en las que te toca elegir entre las otras personas y tú misma… Me gustaría preguntarte, ¿A quién eliges normalmente? ¿No será ya hora de empezar a inclinar la balanza al otro lado?
No te asustes, empezar a decidir para ti no significa abandonar al mundo entero. Muchas decisiones que puedes tomar son movimientos muy pequeños, a un nivel muy micro. Te aseguro que tienen una enorme fuerza y una gran capacidad de cambio. Te animo mucho a empezar a practicar ahora mismo y te aseguro que merecen celebrarse como si hubieras subido al Everest tú solita. No es broma, cada vez que logres una pequeñita cosa para ti, reconoce que es un gran logro, y si puedes, ¡hazte un regalo porque te lo has ganado!
Si te das cuenta, todo esto que he ido nombrando que tal vez te pasa es muy posible que te haya llevado a otro gran problema que lo atraviesa todo; la exigencia y la frustración, que tienen mucho que ver entre sí.
Llevan tanto tiempo exigiéndote que has interiorizado esa exigencia y ya te la aplicas tú solita.
Pero claro… es tan alta que muy a menudo no llegas. Así que sientes una gran frustración por no alcanzar lo que te has propuesto o por no hacerlo en el tiempo que deberías” o de la forma que se supone que es la buena. Te diré muy brevemente y casi a modo de mantra: ¡haces lo que puedes!
Otro problema que puedes sentir, y que tal vez es el más realista y a la vez el que menos a tu alcance está cambiar es sentir que no eres reconocida o que no eres apoyada. Y de ahí nace todo querida. Sientes que no puedes hacer, cuidarte, sentir placer o decidir porque has experimentado muchas veces que conseguirlo implicaba no ser reconocida ni ser apoyada. Todo lo contrario, implicaba rechazo y juicio.
Te digo que es el problema menos a tu alcance de abordar porque que te reconozcan y te apoyen no depende como te han dicho de que tú te adaptes a las exigencias del entorno, no depende de lo que tú puedas hacer o decir. Depende, por el contrario, de las otras personas, lo cual no está a tu alcance aunque suene genial.
¿Y qué puedes hacer con todo esto?
Ahora que ya tienes una visión más profunda de los problemas que puede traerte este malestar, vamos a mirar las soluciones que se te ocurren y si realmente pueden servirte.
Una de las grandes soluciones que se te pueden ocurrir es que hubiera menos demanda externa. Estoy muy de acuerdo contigo en que eso disminuiría muchos malestares que sientes y, además, sería una cuestión de justicia social. El problema es que esto no depende de ti. Hacen falta cambios muy profundos y radicales en la sociedad en la que vives para ello, estoy contigo en remar hacia ese lugar, pero mientras tanto, ¿qué puedes hacer?
Mientras, lo que si puedes hacer es empezar a tomar decisiones sobre qué demandas sigues atendiendo y cuales empiezas a dejar. Cuanto más claro tengas que tanta demanda no es justa ni te tiene en cuenta, más capacidad tendrás para decir que no a peticiones que no tocan o no puedes atender porque pisan tus necesidades.
Otra cosa que puedes pensar es que si fueras más independiente no sentirías tanto malestar. Es muy posible que muchas de las cuestiones o relaciones que te hacen sentir dependiente vengan de esa confusión entre tus necesidades y tus obligaciones, así que desenredando esa maraña tu capacidad para no depender puede aumentar bastante.
Sin embargo, también tienes que tener en cuenta que eres un ser interdependiente que necesita apoyos. No pasa nada, esto no te hace más débil ni peor, te hace humana. Ahora bien, la ayuda puede venir de muchos sitios, así que otra cosa que si está en tu mano es buscar y centrarte en apoyos que te hagan sentir cómoda, que no te cobren un alto precio y que realmente respondan a tus necesidades.
Busca apoyos que no tengan coste emocional y te sean útiles de verdad
Es posible que sientas que otra solución que puede servirte es ser más realista y aceptar lo que hay. Esto es un mensaje que te habrán repetido mucho y que es un poco tramposo. Yo te diré algo muy breve; aceptar lo que te provoca malestar siempre te va a provocar más malestar, no menos. Aceptar algo que te hace mal va en contra de tu supervivencia y tu cuerpo nunca va a estar de acuerdo.
Piénsalo un momento, una cosa es ser realista y otra aceptar esa realidad como la única posible. Es decir, una cosa es engañarte pensando que algo es justo cuando no lo es y otra muy diferente quedarte en ese lugar injusto porque ahora no tienes fuerzas, porque te faltan apoyos o porque no tienes dinero. Quedarte mientras organizas como salir, pero sin engañarte.
Esto es importante, no estar de acuerdo con una situación que te pone en desventaja, te humilla, o te trata mal es un signo de salud. De nuevo, tu sistema de alerta se enciende en forma de malestar para decirte que esa situación no es buena para ti.
Con esto último puede que estés pensando que salir de determinadas situaciones no depende de ti. La realidad es que, aunque hay una importante parte de la estructura social que no sólo permite, sino que además fomenta tu malestar como mujer, siempre tienes margen de movimiento y acción.
A veces será un margen pequeño, pero te animo muchísimo a probar pequeños cambios, te darás cuenta del gran poder de transformación que tiene lo que parece insignificante. Te aseguro que cuanto más practiques, más fácil será.
Relacionado con esto de aceptar la realidad y las pequeñas acciones, otra solución que se te puede ocurrir para aliviar tu malestar es romper relaciones. Alejarte de los vínculos que te hacen daño te será muy útil sin duda, pero es posible que estés pensando en ello de una forma muy polarizada; o rompo la relación o la acepto como es.
Muy probablemente ponerte en estos dos extremos hace que lo veas todo más complicado. No puedes aguantar más, pero a la vez no estás lista para romper la relación por múltiples motivos. Por eso te recuerdo el poder de los movimientos pequeños. Entre esos dos polos, existen infinidad de acciones que puedes llevar a cabo para sentirte mejor y que pueden, (¡o no!), desembocar en el fin de la relación.
Lo que SI va a servirte
Más allá de todas esas soluciones que te he ido matizando, lo que si va a servirte seguro para aliviar ese malestar difuso que no se acaba de ir nunca es empezar a darte permiso. Permiso para tener tiempo para ti, para priorizar tus necesidades, para perseguir tus sueños, permiso para elegirte a ti en lugar de elegir siempre a otras personas.
Darte permiso y conectar con tus necesidades es clave para entender tus malestares
Es este tiempo contigo el que puede llevarte a algo esencial para aliviar ese malestar sin nombre; conectar con lo que realmente necesitas. Es posible que al principio no lo sepas muy bien, no te preocupes, en cuanto empieces a escucharte lo empezarás a notar. Al principio será una voz muy bajita, pero si prestas atención se expresará más alto y más claro. Además, tu cuerpo te dirá muy rápidamente si eso que vas incorporando te sienta bien o mal.
Escuchándote podrás poner empezar a poner nombre a los malestares y desde ahí, es que estarás en una posición totalmente diferente para hacer movimientos, generar nuevas estrategias y tomar decisiones.
Del malestar al poder
Ese malestar con tantos nombres está intentando decirte algo, te intenta poner a salvo, por eso es importante escucharlo. Sin embargo, eso no te garantiza que, una vez escuchado y elaborado, vivirás sin malestares y estarás libre de esa carga. Hay cosas que no podrás conseguir por mucho que lo intentes.
En primer lugar, identificar tus malestares no te librará de sentir tristeza o miedo. De hecho, es posible que en un principio sientas más dolor y más miedo, porque estarás abriendo los ojos a algo que antes no veías. Seguirás sintiendo estas emociones y así es conveniente que pase, porque necesitas seguir teniendo mecanismos de alerta.
Este trabajo tampoco te traerá menos demanda externa ni más apoyos o reconocimiento; todo esto depende de las otras personas, lo cual no está a tu alcance por muy atractivo que resulte pensarlo.
Sin embargo, poner nombre a tus malestares, conocerlos y abordarlos te traerá muchas cosas positivas que te serán realmente útiles. Por un lado, aumentará tus capacidades para hacer y decidir, también para cuidarte, sentir placer y sentirte bien contigo misma; legitimada por ti, no por el mundo.
Además, te servirá para disminuir emociones muy incómodas como la culpa o la vergüenza. También bajará tu nivel de autoexigencia, por lo que te frustrarás menos. Podrás por otro lado, engañarte menos a ti misma que junto a tus renovadas capacidades de acción y decisión te darán mucho poder de cambio.
Poner nombre a los malestares, entender su origen, legitimar que son válidos e importantes, te traerá calma, te sentirás más conectada, más relajada. Todo esto te va a traer más salud, más autocuidado, más salud y salud mental y además hará que te sientas más segura porque te tienes a ti misma y tu poder es mucho más grande de lo que crees.
Te animo a escucharte con calma, para comprender de verdad qué necesitas y qué deseas internamente. Te aseguro que escucharte con ternura posibilita múltiples capacidades de acción. Empezarás a notarlo mucho más rápido de lo que te imaginas.
Si quieres convertir tu malestar en poder, puedo acompañarte.
Puedes leer más sobre mi enfoque de trabajo en este enlace.
Cuéntame qué necesitas, nos conocemos y te explico.
Puedes hacerlo a este correo k.arteterapiafeminista@gmail.com o directamente por whatsapp en el botón de abajo.